No hay mayor satisfacción que el trabajo hecho por uno mismo. Las pequeñas cotas que se alcanzan de lo cotidiano se asemejan al Everest para los alpinistas. Cuando crecemos olvidamos nuestros sueños infantiles y nos embarcamos en la adulta realidad sin tener en cuenta las pequeñas satisfacciones de la vida al superarnos ante pequeñas insignificancias que desde la perspectiva de un niño son las cotas de una montaña a veces empinada y desde la cual se divisa una magnifica vista (además de todos los que se han quedado rezagados, se han conformado o no aspiran a subir a la cima de la montaña). Por eso ante cualquier tarea cotidiana desde fregar, hacer la colada, arreglar la cisterna o colgar un espejo . . . me siento mi propia heroína (mejorando y progresando, ayudada por sabios consejos y con la precaución de tomar las medidas necesarias), el alma se me hincha y me siento como si me hubiese tocado la lotería; y en verdad me ha tocado, porque por suerte tengo una madre que ante cualquier tropiezo queja por mi parte siempre me ha dicho "el aprenderlo te hará libre y no tener que depender de nadie, una vez aprendido eres libre de conceder a alguien el privilegio de que lo haga por ti". Eso sumado a mi cabezonería hacen que quiera superarme ante tantos tropezones y a no conformarme con que "alguien" lo solucione sin dejarme probar a mí antes. La verdad, desde siempre y más últimamente, detesto la violencia pero . . . . .que se preparen los muros, que estoy armada!!! jajajajaja
Que tengáis una linda tarde,
"(^_^)"
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